Esta experiencia ha tenido como producto final el libro Payoyas y Merinas. Ganaderos en la Reserva. El trabajo se ha centrado en la recopilación de las vivencias de 21 familias dedicadas a la ganadería con el objetivo general de homenajear a sus mujeres y hombres por el trabajo desarrollado en la Reserva. Este objetivo se ha cubierto satisfactoriamente, pudiendo decirse que, además, y dada la riqueza de la información obtenida se ha podido trazar un fresco muy expresivo de lo que era la forma de vida en estas sierras en aspectos productivos, de sociabilidad, de creencias y de relación con el medio natural. Se ha podido, así, fijar una parte de la sabiduría que atesoran los integrantes de este ancestral gremio en cuanto a sus razas autóctonas, como la cabra Payoya y la oveja Merina de Grazalema, sus costumbres, la elaboración del queso, la relación con sus perros turcos, el uso de los recursos de bosque, etc.
En el óptimo resultado obtenido, ha sido importante la elección de ganaderas y ganaderos ya jubilados, pues representan la generación que ha estado activa entre los años 40 y 80 del pasado siglo XX, un intervalo de tiempo especialmente significativo para el ámbito rural español y andaluz. Comenzaron su actividad tras la finalización de la guerra civil, siendo receptores de todo el universo de conocimientos, saberes, técnicas y estrategias ancestrales, y han conocido y han tenido que adaptarse, al menos en parte, a una serie de cambios importantes como los que han dado lugar al paulatino retroceso de las actividades productivas tradicionales en estos medios y de cuyos efectos son testigos excepcionales. Otro aspecto de interés ha sido la distribución territorial de la familias, que ha permitido obtener una imagen muy completa del conjunto de municipios de la Reserva en cuanto a las especificidades de las labores asociadas a cada una de las especies y a la fabricación de sus quesos, como producto de transformación principal.
El aspecto más interesante de esta experiencia, especialmente de cara a la visibilidad del papel de la mujer y a la equidad de género, es la metodología empleada, abordando el estudio desde las unidades familiares -situando en igualdad a todos los miembros de la misma- y realizando la mayor parte de las entrevistas en los domicilios de los informantes, bien en los pueblos, o bien en los cortijos. El llevar la investigación al ámbito de lo doméstico ha sido fundamental porque ha facilitado un clima de afecto y confianza que ha ayudado al flujo positivo de la información, particularmente de cara a las mujeres que se sienten más seguras en un ámbito donde son las protagonistas. Éste aspecto les ha facilitado su participación y la incorporación de variables relacionadas con la vida cotidiana y la actividad, difíciles de captar en otros escenarios.
Estas cuestiones metodológicas, sumadas al modelo de toma de datos, basada en entrevistas abiertas y flexibles, con un número de encuentros diferentes atendiendo al tiempo que cada familia pudiera dedicar y/o al volumen de información que estuviera en disposición de facilitar; han dado como resultado una experiencia de mucho interés, donde la equidad de género está presente de forma transversal.